julio 14, 2014

Ciao Brasil



"El balón está hecho de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come pasto, así que hay que echar el balón al pasto". – Alfredo Di Stefano.

La historia en el fútbol es contada por los vencedores.

Pero ¿qué sería de esa misma historia sin todos aquellos momentos que pudiesen haberse perdido como lágrimas en la lluvia y que alguien decidiese atraparlos en el aire? Creo que eso podría agregar mucho más sabor y color.

Brasil 2014. Un Mundial que prometía muchas cosas, terminó sorprendiendo a todos por igual.

Antes de continuar, quiero que ustedes hagan algo. Tómense un momento y observen la siguiente imagen. Si quieren pueden echar un vistazo rápido o bien, analizar detenidamente cada uno de los rostros de los jugadores que aparecen en ella.


¿Terminaron? ¿Qué notan en sus rostros? ¿Qué se imaginan ustedes que esos personajes estén pensando?

Se preguntaran, por qué les he pedido ese análisis. Bueno, para descubrir la lógica del fútbol, es necesario descubrir su causa y su efecto. El fútbol encierra un enorme espectáculo, tan vasto que es justo e idóneo darle el lugar que se merece a cada uno de sus actores. Desde el aficionado que se vuelve la célula responsable de organizar un conjunto o una masa para apoyar a su selección hasta el propio futbolista que es quién recibe el aplauso o el abucheo según sea su actuar dentro del campo de juego.

Alemania es campeón del mundo. Pero Alemania no ostentaría dicho título sin el resto de elementos que confluyeron para un desenlace como el de esta tarde.

Han transcurrido 30 días desde el inicio del máximo torneo del balompié mundial. Una serie de sucesos han venido presentándose en cada partido que se disputó en tierras cariocas y todos esos acontecimientos es necesario recordarlos, pues sin ellos la gesta deportiva no tendría sentido y la razón del juego en sí, terminaría por perderse. Por ello es preciso recordar lo más destacado y de lo cual cada uno sacará al final sus propias conclusiones.

Todos recordaremos... la sufrida victoria de Brasil contra Croacia, el empate ante México y el adiós de Camerún, auspiciado por los cariocas. Recordaremos como un jovencillo llamado Neymar de tan sólo veintidós años decidió no solo echarse a un equipo al hombro, sino a todo un país para darle el aliento necesario y permitirle soñar con la victoria.

Todos recordaremos... como un país entero se conmociono durante noventa minutos, cuando su selección se enfrento a un rival europeo que aseguraba haría temblar a los jugadores aztecas; pero que al final los que temblaron fueron otros gracias al talento y al profesionalismo de su “Capi Rafa” que si no es joven, sí es eterno y que gracias a eso también otorgaría el lujo de poner en jaque el pase a cuartos de final de una Holanda que fue subcampeona hace cuatro años.

Todos recordaremos... como una Naranja Mecánica terminaría por aplastar y abollar la corona española con cinco tantos en el primer partido de la que era la vigente campeona del mundo y que ante el desatino de varios de sus jugadores pondría en riesgo su avance cuando se enfrentaron a un seleccionado tricolor que estuvo a punto de eliminarlos y hacer historia.

Todos recordaremos... a una Furia Roja que no era precisamente de la península ibérica, pero que con un increíble fervor de victoria conseguirían golpear a España y darle a la Canarinha uno de los tantos sustos que recibió durante su estancia en el torneo y que de la mano de su portero Claudio Bravo haría sentir a sus rivales frente a una impenetrable cordillera andina.

Todos recordaremos... como un grupo de cafetaleros le permitiría a su país colocarse entre los mejores y darse el lujo de poner en aprietos a los más grandes, gracias al apoyo de su afición que sin duda ponía el ambiente festivo y el baile colombiano en cada encuentro que su cuadro nacional disputaba. Y como olvidar al gran James que ni siquiera se inmuto cuando tuvo que tirar desde los once pasos portando en su manga a un saltamontes que trepó sobre él.

Todos recordaremos... como un grupo de griegos desorganizados, pero con mucha fe darían la sorpresa en los últimos minutos y sorprenderían a Zeus y al resto de los dioses del Olimpo al contemplar a un simple mortal llamado Georgios Samaras arrebatarle a Drogba y su tropa marfileña, lo que era el boleto de entrada a la siguiente estancia.

Todos recordaremos... como un equipo que no prometía mucho en su región, dio la sorpresa al vencer a un conjunto charrúa que no parecía ser el mismo que logró el cuarto lugar en el torneo pasado, dando origen a la leyenda de Keylor Navas que voló como nadie más lo hizo para evitar que el balón entrara en su portería y que haría historia al llevar a los “ticos” a sus primeros cuartos de final en toda su historia, cosa que para ellos era casi como ganar el propio Mundial.

Todos recordaremos... como un jugador se volvería en tan poco tiempo héroe y villano al mismo tiempo, dándose el privilegio de asestar dos sublimes golpes a una Inglaterra que sigue sin ofrecer mucho y de paso “morder” a una Italia dejando en manos de la suerte y el destino su futuro en el Mundial.

Todos recordaremos... como una selección renovada y que había enterrado por completo los errores y los graves problemas que tuvo en Sudáfrica, se transformaría en una máquina goleadora; permitiendo ser comandada por Monsieur Benzema colocándose una vez más en lo alto de la constelación futbolera.

Todos recordaremos... como un grupo de jugadores acostumbrados a jugar en temperaturas frías, veía atormentado a Lichtsteiner, uno de los suyos y a quien se le había encomendado perseguir por los laterales donde pegaba más el sol, a cuanto jugador quisiera penetrar la meticulosa maquinaria de los suizos.

Todos recordaremos... como una Pulga decidiría portar la casaca de capitán, obligándolo a demostrar el porqué viste con la playera del mítico y legendario “10”, llevando a sus jugadores por el camino del triunfo, un camino lleno de contratiempos y que lo mermarían al final del torneo, designándolo erróneamente como la figura del Mundial.

Todos recordaremos... a una bandada de “águilas verdes” que buscaban ante todo levantar el vuelo que les permitiese de una vez por todas superar la fase de grupos, cosa que no conseguían desde 1998 y ante lo cual concederían la batuta a un Vincent Enyeama que parecía como si de verdad fuera un águila, al volar y atajar los disparos más potentes que se dirigían a su arco.

Todos recordaremos... como un grupo de soldados, bajo las ordenes de su General “Jogi” Löw y manteniendo desde hace ocho años una misma estrategia, una misma mentalidad y una misma fuerza física batirían en combate a lusos, africanos y de paso hundir y humillar a todo el país amazónico, forzándolos a ondear sus respectivas banderas blancas y firmar su rendición para así abandonar toda esperanza en la contienda mundialista.

Todos recordaremos... como un antiguo miembro del ejército antes mencionado, de nombre Jürgen Klinsmann se apoderaría de territorio estadounidense para aspirar a un puesto de batalla mejor que el conseguido en años anteriores; pero que se vería frenado ante el potencial europeo.

Todos recordaremos... dos equipos saldrían victoriosos de su respectivo grupo. El primero de ellos, un grupo de “Diablos Rojos” entre los que figuran Courtois, Kompany, Lukaku y Hazard recorrían el terreno de los vivos buscando remembrar lo obtenido en 1986 cuando lograron colocarse en el cuarto sitio de aquel torneo.  Mientras que el segundo conjunto, apodados “Los Zorros del Desierto”, serían un dolor de cabeza para una Alemania dispuesta a avanzar a la siguiente fase, luchando con todas sus fuerzas y dando a África chispas de esperanza de que se pueden hacer las cosas bien.

Velocidad, acción, jugadas increíbles, goles asombrosos, felicidad de unos y tristeza de otros, tintes dramáticos... todo eso nos dejó el Mundial de Brasil 2014. Quizá me faltaron muchas cosas más, pero en un breve espacio quise dibujar los momentos que recordaremos durante los próximos cuatro años.

Terminó la fiesta futbolística y todo vuelve a la normalidad. Sin embargo, lo anterior nos permitirá; como dije al principio, conocer la causa y el efecto cuando llegué la siguiente cita mundialista.

Desde el primer toque al balón y hasta la última lámpara que se apagó en el Maracaná, desde el grito de aliento en los campos de batalla donde auténticos y modernos gladiadores disputaron encuentros apasionantes durante noventa minutos, cuyo eco solamente tendrá como testigo a un Cristo Redentor que hoy se pinta de rojo para darle el justo reconocimiento a la Selección Alemana que se ha coronado por cuarta vez campeona del Mundo y que extiende sus brazos como para decirnos: “Se acabó, eso es todo...gracias”. 


julio 13, 2014

Desculpe Pelé! Desculpe Brasil!



2007. El Comité Ejecutivo de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) designó a Brasil, como sede para albergar el Mundial de fútbol de 2014. Tras haberse retirado Colombia del concurso, se había quedado como único aspirante, por lo que la decisión fue tomada enseguida y en consecuencia el país sudamericano tendría el honor y privilegio de organizar la que sería su segunda cita mundialista. 

Oportunidad única para vengar y enterrar de una vez por todas a los demonios de 1950, donde la verdeamarela perdió la final ante Uruguay, dando origen así al legendario “Maracanazo”. 

Su designación se realizó en presencia del mandatario Luiz Inacio Lula da Silva, que junto a una importante delegación en la que se incluía a Orlando Silva, ministro del Deporte y a Ricardo Texeira, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, así como al seleccionador carioca Dunga y al mítico jugador Romario, quienes fueron artífices para conseguir el “sí” por parte del máximo órgano del fútbol mundial. 

Sin embargo, alguien faltaba dentro de esa representación, alguien que podría ser la bendición del triunfo o bien, la maldición del fracaso.

1,281 goles marcados en 1,363 partidos, récord mundial de todos los tiempos; la “Perla negra”, el regateador incansable, el pasador genial, el goleador increíble, el hombre que hizo soñar a muchos y que lo seguirá haciendo durante generaciones… Edson Arantes Do Nascimento, mejor conocido como “Pelé” es un nombre que resuena siempre, en todos los rincones y en el mundo donde la pelotita tiene que entrar por debajo de los tres palos. 

"Podía disparar con la izquierda, con la derecha, y tenía tal visión de juego que en cuanto se hacía con el balón ya sabía lo que iba a hacer con él. Era extraordinario"; comenta Paolo Amaral, director técnico de Brasil en la Copa Mundial de la FIFA 1958. 

Con todo lo anterior, “el Dios del fútbol” no estaba dentro de la encomienda para obtener la Sede del evento más grande del balompié mundial. 
 
Han pasado siete años. La fría reflexión se abre paso al acontecimiento deportivo, pues un grupo se opone a la realización de este evento, y es que el país está sumido en una profunda crisis social que ha llevado a cientos de miles de trabajadores brasileños a convocar manifestaciones, paros, protestas y huelgas que han tenido que ser sofocadas por agentes de la policía, usando como medios de dispersión gases lacrimógenos y balas de goma; protagonizando escenas que han dado la vuelta al mundo y que han dejado gravemente dañada la imagen del país organizador.

No obstante, también una ola de emociones incita a una importante aglomeración de países, deportistas y directivos, de periodistas y de aficionados, de conocedores del fútbol e incluso de los que no tienen el gusto por el mismo, para así dar comienzo a la fiesta que se aproxima.
Es jueves 12 de junio del año 2014, las miradas se han volcado sobre América del Sur para ser testigos del evento que podría marcar el rumbo de unos pocos y el desatino de muchos otros. 

La verdeamarela se presenta como el candidato ideal para obtener su sexto título dentro del certamen mundialista. Otras selecciones como España (la actual campeona), Alemania, Holanda, Francia, Uruguay y Argentina también se logran colar dentro de los pronósticos para suponer quién levantaría el preciado trofeo.

El pueblo brasileño fantasea una sola cosa: ganar el Mundial de fútbol; su mundial, con el único objetivo de consumar la victoria y lograr así arrancar de su memoria el trágico escenario de aquel 1950 donde Uruguay le arrebató el triunfo en su país, en su casa y en su estadio; sería la perfecta reivindicación.  

Sin embargo, tras su anhelado comienzo; los brasileños a pesar de haber conseguido su pase a los octavos de final, resultado derivado de dos victorias y un empate en su respectivo grupo, parecen estar sedados por el hambre y la sed que la gloria proporcionan, pues no advierten la tormenta que se avecina sobre ellos.

Chile y más adelante Colombia, fueron los responsables de anestesiar a los jugadores del conjunto amarillo, que a duras penas consiguieron el boleto a semifinal, pero que los dejó diezmados al ser suspendido el capitán Thiago Silva debido a una acumulación de tarjetas y tras lesionarse su gran figura Neymar, quién hasta ahora los había conducido por la senda de la victoria.

Desesperados, ansiosos, vehementes; sin reconocer los errores y defectos que su selección había estado mostrando desde su primer enfrentamiento, los cariocas y el resto de la muchedumbre vivían en la somnolencia, ávidos por llegar a la última instancia, delirando por agenciarse la gloria de una vez por todas, el pueblo amazónico parecía no dilucidar ni discernir lo real de lo intangible, lo racional de lo lógico... la misma gloria los había dirigido a una perdición en su afán de palpar el oro macizo, sin saber que ellos no serían los conquistadores sino por el contrario... los conquistados.  

Un auténtico muro de Berlín fue construido ante ellos y continuando la trama de la analogía, la selección de Alemania se estructuró tal como si fuera una División Panzer, concentrándose en una sola fuerza, golpeando y protegiéndose con una casamata que impedía el avance carioca, asestando siete (sí, algo que nadie se imaginaba) estacazos no sólo en los jugadores brasileños, sino en su afición, en su pueblo y en el alma de todo un país.

El fantasma del Maracaná volvió más vivo que nunca y arrebató la alegría, disipó la felicidad y demolió las esperanzas de millones de personas que después del pitazo del árbitro, despertó al país sudamericano de una quimera en la que muchos habían caído y de la que pocos lograrán zafarse.

Sólo el triunfo cuenta y no hay más. La más deseada, la más codiciada, la copa que le quitaba el sueño a todo el mundo no será de Brasil.

Sin nada que decir, sin objetar una cosa, Brasil se presentó con la cabeza en alto en el Estadio Nacional de Brasilia para disputar el tercer lugar frente a unos holandeses que para nada estaban desconsolados por volver a quedarse cerquita de conseguir su primer galardón mundial.

Ante una bestia herida y desahuciada; Van Persie, Blind y Wijnaldum, se convertirían en los verdugos de Brasil, pues consiguieron salir del Mundial con la medalla de bronce, dando así el tiro de gracia que fulminó y asesinó la ilusión y el sueño dorado de todo un país.

Lo obvio es oír la historia contada a través de los labios de sus protagonistas: “No podemos negar que el final fue vergonzoso”; “Estamos medio perdidos”; “No merecíamos esta suerte”; “Nadie esperaba esto.”

Nada de emoción, sólo una ausencia de goles. Brasil tiene la obligación ahora de ingresar en una catarsis social, cultural, política y ante todo, futbolera.

La vida para muchos seguirá su curso. Las reflexiones girando en torno al fútbol serán las luces que nos permitan contestar las preguntas de nuestro ser como aficionados de un deporte exquisito, justo en ocasiones y devastador en otras, pero que de alguna forma nos permite explotar y expulsar la monotonía de nuestras vidas y que por lo menos en un mes cada cuatro años, hace que el mundo sea uno solo.

Porque el fútbol como la vida, sólo acepta al vencedor.