octubre 18, 2013

El fútbol que merecemos



Se dice que en una conversación no se debe hablar de política, religión, ni de fútbol y creo que es imposible hablar de los tres al mismo tiempo por obvias razones de que el Vaticano no cuenta con una selección o una liga o un solo equipo de fútbol. Pero la política si puede intervenir en los otros dos ámbitos y es lamentable que hoy tenga que hablar de fútbol y política a la vez.
 
El fútbol es un deporte de alegría, de pasión, de emociones, de entusiasmo, de garra, de honestidad y de valores; sí, ese tipo de cosas que no se ven en la política o que por lo menos no se vislumbran, sino por el contrario sólo se deja ver a la luz la corrupción, la dejadez, la pereza, la apatía y todo tipo de antivalores.
 
¿Y por qué no abrimos los ojos y dejamos ver que ese tipo de antivalores están ahogando al fútbol mexicano? El fútbol mexicano ha dejado de ser un deporte y ha pasado a ser sólo una mercancía. A los dueños de los equipos no les importa nada, sólo el dinero, y es válido hasta cierto punto porque son sus intereses, sin darse cuenta que podrían obtener mayores recursos con una liga más competitiva. Sólo basta una llamada de los altos mandos para pedirle a Estados Unidos que nos hagan el favor de meterle gol a Panamá porque México es incapaz de hacerle un gol a Costa Rica, porque el “Gigante de Concacaf” ha pasado a ser un equipo mediocre al que nadie le tiene miedo, al que se le ha perdido el respeto.
 
Los jóvenes futbolistas no se dan cuenta del gran peso que llevan en sus espaldas, no es echarse al hombro el equipo, es echarse a toda una nación, porque toda una nación está confiada en ella, porque a pesar de los problemas familiares que puede haber en un núcleo familiar, al llegar la noche esperada, toda la familia se reúne para ver a sus ídolos hacer lo que se supone saben hacer, jugar fútbol y transmitir alegría. Porque a pesar de la larga jornada laboral llegan a casa con la ilusión de ver a “su” selección ganar. Porque a pesar de la inseguridad, los jóvenes salen a los bares a convivir y alegrarse con el gol anhelado de su jugador favorito. Porque a pesar de la economía que vive el país queremos seguir viendo el fútbol.
 
Pan y circo decían los romanos, pan y fútbol dicen los contemporáneos, a final de cuentas tenemos lo que merecemos. Tenemos un gobierno que nos ahorca por no exigir, por no conocer nuestros derechos, por no buscar el bien común, sino el bien personal; porque es más cómodo, porque sería bueno que los demás lo hicieran. Pasa lo mismo con el fútbol, seguimos llenando el Estadio Azteca para ver a 11 jugadores que se sienten de la élite mundial, jugadores que practican en Europa y llegan con el pecho inflado, tenemos una liga mediocre porque cada fin de semana aumenta el rating de las televisoras, seguimos comprando playeras de los jugadores y cumpliendo berrinches de cualquier índole.
 
El pueblo mexicano necesitaba un aire para respirar tras semanas difíciles de paros a causa de maestros; angustias sobre la reforma hacendaria; incertidumbre con respecto a la reforma energética; inestabilidad por la reforma educativa; y tu Chicharito no pudiste meter un gol con la portería abierta y sin portero, tu Rafael Márquez no supiste liderar un grupo, tú Guillermo Ochoa te jactas de parar tiros de Ibrahimovch pero no pudiste parar dos goles de los ticos, tu Giovani Dos Santos no tuviste humildad, tu Chaco Giménez no supiste corresponder el favor, tu Víctor Manuel Vucetich no tuviste voz de mando. No pudieron regresar un poco de felicidad al pueblo mexicano.
 
Es momento de dejar de apremiar el fútbol mexicano.
 
Para concluir sólo quisiera dar un mensaje a Carlos Vela, quien al parecer había previsto ésta situación y se ahorró la vergüenza. Amigo Carlos Vela: no te preocupes, probablemente no verás el mundial sólo en tu casa, otros 23 te acompañaran.



Autor: Andrés Mauricio Cuevas Torres

octubre 16, 2013

México, ¡despierta ya!



¿Soberbia, falta de humildad, exceso de confianza, sentimientos de superioridad? ¿Qué es lo que ha llevado a nuestra Selección Mexicana de Fútbol al escenario que hoy enfrenta? Francamente estas preguntas ya las había formulado en crónicas atrás; sin embargo, creí que con el transcurso del tiempo las cosas iban a mejorar aunque sea un poco. Desafortunadamente no fue así. La Selección Mexicana se resignó a jugar mal y a ganar como sea. Pero incluso así la victoria solo fue una y aunque se dio gracias a un espectacular gol de “chilena” por parte de Raúl Alonso Jiménez, el desempeño se vio igual o peor, debido a que ni en casa podemos mostrar un verdadero espectáculo para los miles de aficionados que se dieron cita para apoyar al Tricolor.

Pero sigue latente la misma pregunta que nos aqueja cuál dolor de muela: ¿por qué? La respuesta implica hacer un análisis a los diversos factores físicos, psicológicos y emocionales que llevaron al Tri al lugar en donde hoy se encuentra. Hago mención al equipo, porque tenemos que recordar que aquí no tiene la culpa un jugador sino todo el conjunto, asimismo cae en responsabilidad la directiva técnica de la Selección, la Federación Mexicana de Fútbol y por último, la propia afición.

La gravedad en cuanto a quién es más culpable; esa la dejó a la historia que se encargará de juzgar a los culpables de uno de los problemas más grandes en que se ha metido el fútbol nacional.

Sin embargo, ahora haré un análisis diferente al de otras lecturas. Para ello quiero citar un comentario que escuché en televisión, en un programa de deportes (especializado, y no como aquellos que se encargan de alabar e inflar a jugadores de manera negativa) en el que uno de los panelistas mencionó lo siguiente:

“El fútbol es el reflejo exacto de la situación que se vive en tu país”.

Marchas constantes en las que el concepto de derecho se ha visto transgredido por la falta de coordinación y organización por parte de los grupos en desacuerdo a leyes que han sido creadas para establecer un cambio en el sistema educativo mexicano; un aumento desmedido en los impuestos que ahoga y asfixia a los que menos tienen y enriquece a los que tienen más; una reforma energética que ha causado dudas sobre su forma de operar y administrar el recurso más valioso que tenemos; una desigualdad arraigada en nuestras vidas y que ha ocasionado un individualismo cada vez mayor; parece terrible o incluso es semejante a un filme de terror, pero esa es la realidad actual de nuestro país.

Por todo lo anterior creo que si el país se ve lesionado en la mayoría de sus ámbitos de desarrollo, en consecuencia lo estará el deporte nacional. Lo negativo de estos factores es la gravedad de las circunstancias en las que estamos viviendo, las cuales influyen de manera directa o indirecta en  nuestras vidas. Eso marca el ritmo de cada aspecto que queremos desarrollar en nuestro país.

El impacto de ver a nuestra Selección depender de otros para clasificar (a repechaje, que es más vergonzoso), de ver cómo llegan con posibilidades de ir al Mundial de 2014 sin méritos o con pocos y contados esfuerzos, de ser testigos de que no se ve una furia o un poder de reacción que los saque del bache en el que se han metido; hace que los ciudadanos y la población en general no aspiren a ser autores de cambio en el estilo de juego sociopolítico de nuestro país, aceptando lo vigente que es, al final de todo lo que permite ingresar en la verdadera esencia del buen vivir, y así en entrar en la inaceptable complicidad de no ser partícipes para poder cambiar al mundo.

Esa es la razón a la cual debemos aspirar cada uno de nosotros. Eso engloba el fin de todo esfuerzo que hagamos dentro de nuestra sociedad.

El fútbol es el perfecto distractor de nuestra verdadera realidad. Muchos dicen que es el “pan y circo” que el Gobierno ofrece para alejar nuestra vista de los temas que importan y que son esenciales para el crecimiento. En mi opinión, difiero de esos comentarios. Creo que el fútbol te distrae de la realidad pero lo hace de una manera temporal y no total. Es tarea de cada uno buscar un equilibrio en todos los aspectos que rodean nuestras vidas. Podemos ser partícipes de tan hermoso y sublime espectáculo protagonizado por esos once jugadores sin perder de vista nuestros deberes y obligaciones como ciudadanos.

Además, cuando se juega con pasión y corazón, cuando se hace con entusiasmo y sin perder de vista que es un juego y que lo importante es divertirse (cosa que hoy en día se ha perdido, viéndose ahora como un medio de producción más), no importa el marcador que se obtenga, lo importante es saber que dimos lo que teníamos que dar e incluso un poco más, que no nos resignamos y que luchamos hasta el final; eso hará que el reflejo en la sociedad en la que vivimos mejore por lo menos un poquito.

Esto se encierra en una relación simbiótica, en la que por un lado está la afición (la verdadera, la que se queda hasta las últimas consecuencias, la de “hueso colorado”) y en el otro lado, su equipo; el cuál debe de mostrar el mejor esfuerzo puesto que debe de aprender que su desarrollo, su triunfo o su derrota se vive en relación a la fuerza del aplauso.

Es momento de que los actores de este espectáculo despierten de ese sueño criogénico en el que se han quedado estáticos. No con esto quiero decir que los próximos dos partidos de repechaje vayan a lograr un cambio enorme, pero si por lo menos que mejoré la imagen que han adoptado en los últimos meses. Deben de tomar verdadera consciencia de que no son ellos solamente los que sufren o festejan, detrás de ellos está el alma, la alegría o bien, el dolor de cada mexicano que ha confiado parte de sus sueños de ver a su Selección representarlos en la gran fiesta del fútbol.

Ayer villanos, ojalá mañana héroes.