Quien ha visto la Esperanza, no
la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña
que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada
hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro
hombre. – Octavio Paz
Una tormenta se acerca. El viento
sopla fuerte, las aguas golpean con fiereza y no se observa algún lugar donde
atajarse de ello. De pronto, entre todo el desorden que se ha provocado se
puede distinguir una pequeña brecha en la cual si bien nos va, podremos
aguardar mientras el fenómeno se avecina.
No se alcanza a ver nada, está
oscuro y hay que pisar con cuidado, sin embargo; no es nada comparado con lo
que ocurre afuera, así que podemos quedarnos dentro de ella por un rato.
Buscamos un lugar cómodo donde
recostarnos y una vez hecho esto, miramos a nuestro alrededor y se siente una
tranquilidad tal como si no existiese nada más. Como si todo el ruido que es
provocado por la tormenta pasase por un filtro y una vez entrado a la cueva
donde nos encontramos, llegase tan purificado que no logre aturdir nuestros
sentidos.
Es entonces que vienen a nuestra
mente recuerdos, sentimientos, lugares comunes, sinceridades, dudas, preguntas
sin respuesta… Alusiones, sueños y derrotas de la propia historia y del
sufrimiento blaugrana se reúnen juntos en aquel lugar y entonces nuestra mente
comienza a vociferar para sí, tratando de ordenar todas esas ideas y así poder
hacerles frente. Resulta difícil dicha tarea; recordemos que estamos ahí para
resguardarnos de la tormenta que ocurre allá afuera, sin embargo; mediante un
ejercicio analítico quizá podremos lograr calmar un poco a ese torrente que
circula por nuestras venas, que recorrer cada nervio de nuestro cuerpo y que al
final galopa hacia el corazón de uno mismo.
Cruyff, Koeman, Rijkaard, Van
Gaal, Aragonés, Menotti, Guardiola, Vilanova, Messi, Xavi, Iniesta, Piqué,
Puyol, Valdés, Ronaldinho, Rivaldo, Ronaldo, Romario, Maradona, Henry, Eto’o, la
Masía, el Dream Team, Gamper, Kubala, Figo, Herrera, Laudrup, Zubizarreta,
Schuster, Paulino, Rosell, Laporta, Benítez, el Camp Nou… elementos que conforman
la mística de los “santos” del FC Barcelona.
El campo de juego, el amor a la
camiseta, el corazón por delante, el despeje, el forcejeo, las barridas, el
cabezazo a un balón de cuero, el regate, la gambeta, el tiro de una esquina y
de la otra también, un chut que salió del terreno de juego…el gol finalmente.
¿Y la afición? Un pequeño grupo
de personas gritando, animando, ejerciendo presión al bando contrario, inspirando
al jugador de casa, motivando con el cántico a las once personitas que se diseminan
dentro del césped; uniéndose en una sola voz para emitir el grito de guerra: Un crit valent. Barça!, Barça!, Baaaarça!!!
El portero despeja, manda el
balón a las nubes, viene un rechace con la cabeza y es tomado por un jugador,
es un placer verlo con la bola entre los pies, corriendo por la banda y enviando
el esférico en diagonal para que otro lo reciba…de repente como si despertarás
de un sueño, te encuentras rodeado de todos esos personajes que hicieron y están
haciendo aún historia dentro del equipo de tus amores y de tus pasiones. Sonríes
al verlos, pero se corta esa sonrisa cuando, desde el banquillo te grita el
entrenador que corras; es cuando te das cuenta que el jugador que recibió el
balón ¡ERES TÚ!
Burlas a un contrario, y luego a
otro, y a otro, dejas en el camino a unos cuantos más y sin que el portero lo
espere ¡shock!, lanzas el tiro, no piensas en si es razonable o no la distancia
para hacerlo, si el efecto es el adecuado, en realidad te olvidas de todo al hacer
contacto con el esférico… el balón sale como flecha, como una bala de cañón,
como un torpedo; haciendo imposible el vuelo del arquero contrario y entonces
te das cuenta cuan mínimo y relativo es el tiempo entre el tiro que acabas de
colocar y el rugir de la afición, del estadio entero; ¡Gooool!, golazo,
golazazaso...
La retina del ojo es diferente a
la retina del alma. La forma de captar las cosas varía de una a otra y al igual
que eso, el sentimiento se asimila de distinta manera.
El Barcelona atraviesa hoy un
enfriamiento. La frialdad del ambiente, el esquema de juego que no parece
cambiar, el equipo siempre ganando a los mejores y perdiendo contra los que
están media tabla abajo, las constantes lesiones, la probable desmotivación de
los jugadores, problemas en el vestuario, en la directiva, en la presidencia y
aunado a ello, un clima de incertidumbre derivado de los escándalos extra cancha;
todo eso genera una pesadez tal que no se ha sabido sobrellevar y a acabado por
hundir al equipo y sembrarlo en una tierra estéril e infértil de títulos y
victorias.
Sin embargo y como dice Juan
Bonilla en una de sus obras referentes a la historia del fútbol culé: “nuestra infancia, fue una infancia de
derrotas constantes, de sólitas decepciones. Nunca aprendía uno lo suficiente y
llegaba a ilusionarse a pesar de que sabía que al final íbamos a recibir un
inmerecido castigo sin saber por qué…”
Más o menos las cosas hoy en día.
Disfrutamos, gritamos de alegría, gozamos de felicidad tras los logros
contenidos recientemente; pero ¿y nuestra génesis qué? ¿Vale menos que lo
actual? Creo que no. Al contrario, todos aquellos años de derrotas, de sufrimientos,
de sueños rotos, de desilusiones, de críticas, de sentimientos de nostalgia;
son la base y los cimientos de un club que quizá no sea invencible, pero si es
eterno.
Tenemos que recordar y siempre
tener presente nuestro origen, pues resulta indispensable para lograr llegar a
nuestro destino. No busquemos culpables, no señalemos a unos cuantos, porque
cuando el equipo es campeón le sobran seguidores; es como cuando haces una
fiesta en tu casa y llega al evento hasta la gente que no conoces o familia que
ni sabías que tenías; pero cuando ocurre lo contrario, cuando tu querido conjunto
blaugrana es derrotado, contigo y con ellos están sólo los de hueso colorado,
los fieles hasta el final.
Se habla de que ha acabado un
ciclo. No sé si sea cierto o no. Lo que sí sé, es que de ser posible, tenemos
que estar preparados. El temor y la incertidumbre que rodea al Barcelona hoy en
día son producidos por ese miedo a abrir un nuevo ciclo. Debemos saber que a
veces, el inicio de una nueva etapa en cualquier ámbito de la vida tiene que
ser así. Saltar de un modelo a otro no es una tarea fácil, sin embargo tampoco
lo es imposible.
Duele ver al equipo en estas
condiciones, pero es más doloroso ver como la culpabilidad solo recae en pocos,
cuando debería ser distribuida y soportada por todos; jugadores, directivos,
socios y quizá en alguna instancia, aficionados. Estos últimos son la vitamina
necesaria para sacar adelante a esos once modernos gladiadores que partido tras
partido se baten en el terreno de juego, buscando siempre hasta el último
minuto del reloj, dejar huella en la posteridad y ser recordados como emblema
del equipo.
Josep Maria Fonalleras dice: “…una final se juega mucho antes y se acaba
de jugar mucho después de los minutos reglamentarios”. Tiene razón. Nuestra
final aún no acaba, hay que seguir jugando con lo que se tiene y como se pueda.
Generaciones futuras nos lo agradecerán y así como hoy, sacarán fuerzas de
quién sabe dónde para hacer frente a los temores que acechan a un equipo
grande, histórico y eterno como el nuestro.
La mente comienza a despejar
dudas y temores. La calma vuelve poco a poco a nuestros corazones. El aliento
de victoria, cual batería, comienza a recargarse de nuevo. Nos ponemos de pies
y mientras sacudimos nuestra alma de recuerdos y tristezas, escuchamos el
resquebrajar de las rocas, que son golpeadas violentamente por la tormenta. Al parecer,
ha tomado mayor fuerza y se nota que irá incrementándose poco a poco. Sin embargo,
ya no hay temor. Una confianza insólita ha inundado nuestros corazones y como
si fuese una armadura contra la batalla, el jersey a rayas blaugranas del
equipo se adhiere a nosotros con tal fuerza que impregna nuestros poros de
valor y nos impulsa fuera de la cueva.
El momento ha llegado. Merecido y
justo. Sabemos a que enfrentarnos, sabemos cómo hacerlo, sabemos que al final
se trata de competir por el honor y la gloria; miramos hacia adelante y como si
la tormenta radicara en la imagen de una persona; gritamos todos juntos como si
el equipo ganará, pues de igual manera lloramos juntos cuando éste pierde. Es entonces
cuando sabes que todo está permitido, menos quedarte tirado cuando has sido
derribado, porque sí has estado en las buenas, deberás estar al pie del cañón
en las malas.
Arriesga, llévatelo y mete gol.