Corría el minuto 9 y en un
perfecto cabezazo de Bradley, tras aprovechar un grave despiste de la defensa
mexicana Estados Unidos abría el marcador y se imponía un tanto a cero a la
Selección Mexicana.
El empuje del Tricolor recibió un
nuevo golpe en el minuto 23, cuando un contraataque de EEUU sorprendió a la
zaga mexicana y fue aprovechado por Landon Donovan con un desmarque en
velocidad y posterior golpe con la zurda mandando el esférico al interior de la
portería. Sin embargo ese tanto fue el motivo perfecto para que mediante un
pase en profundidad del "Chicharito", encontrará la precisión de
Barrera para batir a Howard en el minuto 29 y acortar distancias.
El público mexicano, mayoría en
el Rose Bowl, volvía a creer en la victoria. Los ánimos se encendían una vez
más y los futbolistas parecieron contagiarse de ese ambiente.
El éxtasis en el Rose Bowl estaba
por llegar y no se hizo esperar, ya que Barrera puso por delante a México poco
después de la reanudación del segundo tiempo, con el empeine derecho tras un
gran pase de Guardado. Era un llamado de atención. El conjunto de las barras y
estrellas, dolido en su orgullo tras haber sido remontado, se vino arriba y por
momentos logró encerrar al rival en su propio campo, aunque el juego de los
norteamericanos se limitaba a impulsos y carecía de claridad y orden.
Pero justo
cuando México se encontraba en tierra de nadie y parecía más cerca el empate, Gio
Dos Santos firmó posiblemente el mejor gol del campeonato, que sirvió de paso
para certificar el título para su selección.
La victoria caía de nuevo de lado
mexicano.
La imagen cinematográfica
terminó. Los retratos psíquicos que guardamos en nuestra memoria quedan ahí
para siempre. Podrán existir innumerables versiones sobre lo sucedido aquel 25
de junio de 2011, durante la final de la Copa Oro sin embargo siempre prevalecerá
la imagen que cada uno de nosotros logramos captar y encerrar en nuestro
inconsciente.
Hoy la reflexión vuelve a
nuestras mentes. Lo acontecido aquel sábado de hace dos años se ve aplastado
por lo ocurrido en lo que podríamos denominar los años fríos de la Selección
Mexicana.
Se abre paso el acontecimiento
deportivo y a pesar de todas las opiniones y críticas se llega a una sola
conclusión: el Tricolor no es el mismo de aquellos días de gloria y alegría, la
soledad y la desilusión son ahora, parte del vestidor, de la dirección técnica,
de la Federación y mayor que eso; del país entero.
Hay muchos fenómenos, eventos y
circunstancias en los que el ser humano busca arrojar sus cargas emocionales,
sus fracasos y tristezas, sus realidades y en ocasiones, sus alegrías y por qué
no, también sus triunfos. Uno de ellos es el fútbol. El espectáculo que acontece
dentro del terreno de juego, en el que auténticos y modernos gladiadores se
enfrentan en un duelo que si bien no tiene de por medio la vida, tiene de por
medio el orgullo, el honor y la victoria tanto individual como colectiva; es un
prodigio tal para aquellos que formamos parte intrínsecamente de dicho suceso así
como para los ajenos a la relación que surge entre un balón, once jugadores y
millones de aficionados. Es decir, es un evento sociológico capaz de captar la
atención de todas las masas y en ocasiones; hasta unirlas en un mismo sentir.
Sin embargo, a veces todo eso es olvidado
por quienes están dentro de la cancha. Porque si bien son ellos los que están jugando,
deben saber y comprender que las camisetas que portan no son simples atuendos
de determinado color, región o país; su significado va más allá. Esa prenda está
pegada a ellos porque como simbología representa y contiene los sueños, la
confianza y el apoyo de no uno sino de millones de personas, de un país y de
una sociedad completa.
Hoy mi Selección Mexicana se vio
apabullada por un conjunto estadounidense con pretensiones claras y objetivos
precisos. Inicio jugando bien, controlando el balón y concretando algunos
pases, pero todo quedó en una mera ilusión. Ya con nuevo director al mando y
con una estrategia un poco diferente, el conjunto Tricolor sólo vio como el
esférico entraba dentro de su marco en dos ocasiones y que incluso Dempsey nos
perdonaba el tercero tras fallar un penal a favor del conjunto norteamericano. Con
ello las aspiraciones a ser participes del Mundial a celebrarse en Brasil el
año siguiente se han visto opacadas por un denso humo que al parecer sigue
creciendo sin saber cuál es la verdadera causa del problema que hoy aqueja al
balompié nacional y a los corazones de los mexicanos.
Si bien he dicho que no es fácil
lograr una concreción de opiniones, criterios e ideas sobre el origen del mal
que ha traído la posible inasistencia de México en Brasil 2014, bien podría ser
esto una lección para todos los actores de este espectáculo. Algo tenemos que
sacar de todo esto. No podemos quedarnos con la derrota simplemente. Por el
contrario hay que aprender a confrontar los problemas y obstáculos que nos
aquejan en todos los niveles de nuestro desarrollo y de nuestra realización
humana.
El fútbol en mi opinión es un
deporte hermoso e increíble. Dicen algunos que es un deporte injusto. No lo
creo. En él descansan múltiples pasiones que son despertadas al grito unísono de
¡Goooool!, y que aquellos que lo juegan y lo viven se entregan al cien por
ciento e incluso a niveles superiores. Es un deporte en el que todo puede
pasar. Es un suceso social en el que puedes estar arriba muchos años y de
repente caer y sentir la dureza de la derrota, sin embargo al contar con ese carácter,
también es posible levantarse de nuevo y volver a caminar por la senda de la
victoria.
Finalmente creo que la unión de
pasiones y sentimientos por este deporte hará posible que fracasos como los
vividos recientemente por el cuadro nacional, sean olvidados y vuelvan a
nuestra mente esas imágenes donde un jugador se abre paso dentro del área
chica, regatea al portero, se libra de dos defensas y dibuja una vaselina de
ensueño que cae en la escuadra izquierda y hace que el estadio se venga abajo.
La lucha es grande y los
esfuerzos de todos son necesarios para que eso sea real y posible. Recuerdo
cuando Francia (campeona del mundo en 1998) tuvo un momento similar en el Mundial
de Sudáfrica 2010.
Traición, lágrimas, peleas y renuncias hicieron que el
escenario para los Blues se viera minado tras empatar a cero frente a Uruguay,
caer por dos goles ante México (ojo en esto) y finalmente ser despedidos por el
anfitrión Sudáfrica tras perder dos a uno ese año.
Y luego ¿qué pasó? La selección
francesa tuvo un proceso de renovación en todos los ámbitos y aquel recuerdo vergonzoso
quedó en el olvido puesto que logró para bien un efecto tanto en sus jugadores
como en la afición para volver a enfilarse dentro de las grandes selecciones
del mundo.
Quizá esto sea lo que México
necesite. Pero para ello se requiere del esfuerzo real tanto de sus jugadores
como de la Federación y las directivas, y de cada uno de nosotros los
portadores de esos colores que nos identifican con nuestra “patriecita”
querida.
Es ahí donde radica el triunfo o el
fracaso. Es ahí donde estriba la belleza de este deporte.
Y así, en ese marco de ideas y de
acciones a tomar será posible ver como el hielo se derrite del aparentemente corazón
apagado de nuestras vidas.
Precisamente hoy mi padre me decía una frase que considero sumamente ilustrativa y buena: "el fútbol es lo importante de la vida; la escuela es imprescindible". Amar a un deporte como lo hacemos sólo puede entenderse como un algo bastante limpio, algo en lo qué creer, sentir y vivir. Duele esta derrota, pero ni modo, bien lo dices, "Es un deporte en el que todo puede pasar. Es un suceso social en el que puedes estar arriba muchos años y de repente caer y sentir la dureza de la derrota, sin embargo al contar con ese carácter, también es posible levantarse de nuevo y volver a caminar por la senda de la victoria." jajaja Disculpa por el comentario todo largo, bro jajaja
ResponderEliminarAmigo, gracias por tu comentario. Sabes que es bien recibido y es más grato aún saber que las personas leen y conocen mi opinión, la cual no sólo es deportiva sino que abarca todos los aspectos del desarrollo humano.
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