Respecto al título de ésta
crónica ¿está bien escrito o dije una barbaridad? ¿Cabe, embona o es preferible
que cambie la palabra “ilusión”?
Mientras pensamos en esa palabra
de inicio, el tema que toca hablar (escribir fundamentalmente) es un tópico de
difícil digestión. Es más, resulta irónico puesto que me tocó relatarlo ya una
vez sólo que esta ocasión se repite con un resultado aún más amargo.
Como el suceso pertenece a un
ámbito temporal, así también pasa lo mismo con los actores de ese
acontecimiento.
El escenario dónde se
desarrollaron los hechos fue el Estadio Azteca. En una noche lluviosa en la que
parecía que todos aquellos recuerdos inmaculados y sujetos a la memoria ya
desde hace un par de años, podrían llegar a limpiarse e incluso borrarse para
así erigir nuevas imágenes; terminó convirtiéndose en una pesadilla inexplicable
e inimaginable.
Los actores repartidos en dos
equipos, en dos selecciones que tras lo que ha venido ocurriendo, bien podría
catalogarse a este duelo ya un clásico; representaban más que un par de cuadros
nacionales. En la espalda de cada jugador no está plasmado un simple número,
está plasmado el rostro de cada mexicano y hondureño que sueñan con ver a su
país ganar y hacer que la realidad que viven como población, esa cruda
cotidianeidad, sea borrada por noventa minutos de juego.
Sin embargo está noche duele
reconocerlo, pero mi Selección Mexicana no logró aguantar el peso de toda una
nación y tuvo que aceptar el papel secundario para ser solamente testigo de
dicho delirio de grandeza expuesto y sentido hasta el último aliento por los
catrachos, quienes una vez más hicieron de las suyas y terminaron por arrancar
de nuestro territorio tres puntos valiosísimos que los dejan en tercer lugar
del Hexagonal Final; de pasó haciéndonos saber que la lucha será más complicada
a partir de ahora, si aún tenemos miras de ir a Brasil el año que viene.
Para no entrar en detalles sobre
lo que pasó, sólo comentaré que a una hora de lo que acaba de ocurrir en el
Azteca, es difícil asimilar la derrota y todavía más complejo tratar de
encontrar la respuesta a una interrogante que es común en el mundo del
balompié: ¿por qué?
Como dije, para uno es triste y
duele hasta lo profundo cuando tu equipo pierde, pero cuando a tu seleccionado le
ocurre lo mismo, la derrota suele ser más lastimoso porque sabes que no eres el
único que se siente de esa manera puesto que como ser comunitario y miembro de
un aparato social (llámese colonia, municipio, estado o país) el sufrimiento y
la decepción se torna colectiva.
La situación del país no anda del
todo bien y es entonces cuando pones tu estado de ánimo en el deporte de tus
amores porque necesitas escapar de esa realidad que te atormenta y sin embargo
resulta lo mismo o peor puesto que en nuestro inconsciente imitamos a los once
jugadores que están dentro del terreno de juego, así que la victoria o la
derrota será tanto de ellos como de uno mismo, como de un país entero.
Pero asimismo debemos aprender
siempre de toda experiencia, puesto que la vida nos enseña eso. Nos marca que
de cada situación (ya sea buena o mala) debemos de cultivar datos empíricos en
nuestra mente y seguir adelante en este trayecto.
¿Culpables? Podríamos señalar a
varios, pero no hagamos una inquisición de este trágico suceso, sino al
contrario el fútbol nos ha enseñado que si bien una derrota duele más que
cuando te deja una dama, tenemos que aprender a asimilarla pues eso no nos
permite claudicar.
La importancia de todas las hipótesis y de
todo lo escrito radica en tratar de poner a cada quien en su justo lugar y de
igual forma debatir cuál es el papel de cada uno de nosotros dentro del espectáculo
del fútbol.
Creo yo que sobre quién recae la
mayor desgracia es el aficionado puesto que confía su sentimiento y apoyo en
esos jugadores; y al final termina recibiendo una mala noticia. Pero también
creo que estos momentos son los que nos definen y nos ajustan como verdaderos
hinchas y fieles seguidores o como villamelones y aficionados de momento.
Es así que esta noche como
mexicano y como hincha del Tricolor es doloroso ver un 1-2 en tu propia casa,
pero es más doloroso quedarte estático sin pensar en lo que viene y en lo que
aún falta por demostrar a través de tu aliento y de tu grito sonoro tras cada
gol.
Finalmente te invito a lee los
dos renglones iniciales de este texto. Quien no sabe es como el que no ve, y si
no sabes qué quiere decir la palabra, la aceptas; por lo cual tácitamente
aceptas a veces lo inaceptable. Venga México, sé que podemos dar lo mejor de
cada uno. ¡Sí se puede!
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