julio 14, 2014

Ciao Brasil



"El balón está hecho de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come pasto, así que hay que echar el balón al pasto". – Alfredo Di Stefano.

La historia en el fútbol es contada por los vencedores.

Pero ¿qué sería de esa misma historia sin todos aquellos momentos que pudiesen haberse perdido como lágrimas en la lluvia y que alguien decidiese atraparlos en el aire? Creo que eso podría agregar mucho más sabor y color.

Brasil 2014. Un Mundial que prometía muchas cosas, terminó sorprendiendo a todos por igual.

Antes de continuar, quiero que ustedes hagan algo. Tómense un momento y observen la siguiente imagen. Si quieren pueden echar un vistazo rápido o bien, analizar detenidamente cada uno de los rostros de los jugadores que aparecen en ella.


¿Terminaron? ¿Qué notan en sus rostros? ¿Qué se imaginan ustedes que esos personajes estén pensando?

Se preguntaran, por qué les he pedido ese análisis. Bueno, para descubrir la lógica del fútbol, es necesario descubrir su causa y su efecto. El fútbol encierra un enorme espectáculo, tan vasto que es justo e idóneo darle el lugar que se merece a cada uno de sus actores. Desde el aficionado que se vuelve la célula responsable de organizar un conjunto o una masa para apoyar a su selección hasta el propio futbolista que es quién recibe el aplauso o el abucheo según sea su actuar dentro del campo de juego.

Alemania es campeón del mundo. Pero Alemania no ostentaría dicho título sin el resto de elementos que confluyeron para un desenlace como el de esta tarde.

Han transcurrido 30 días desde el inicio del máximo torneo del balompié mundial. Una serie de sucesos han venido presentándose en cada partido que se disputó en tierras cariocas y todos esos acontecimientos es necesario recordarlos, pues sin ellos la gesta deportiva no tendría sentido y la razón del juego en sí, terminaría por perderse. Por ello es preciso recordar lo más destacado y de lo cual cada uno sacará al final sus propias conclusiones.

Todos recordaremos... la sufrida victoria de Brasil contra Croacia, el empate ante México y el adiós de Camerún, auspiciado por los cariocas. Recordaremos como un jovencillo llamado Neymar de tan sólo veintidós años decidió no solo echarse a un equipo al hombro, sino a todo un país para darle el aliento necesario y permitirle soñar con la victoria.

Todos recordaremos... como un país entero se conmociono durante noventa minutos, cuando su selección se enfrento a un rival europeo que aseguraba haría temblar a los jugadores aztecas; pero que al final los que temblaron fueron otros gracias al talento y al profesionalismo de su “Capi Rafa” que si no es joven, sí es eterno y que gracias a eso también otorgaría el lujo de poner en jaque el pase a cuartos de final de una Holanda que fue subcampeona hace cuatro años.

Todos recordaremos... como una Naranja Mecánica terminaría por aplastar y abollar la corona española con cinco tantos en el primer partido de la que era la vigente campeona del mundo y que ante el desatino de varios de sus jugadores pondría en riesgo su avance cuando se enfrentaron a un seleccionado tricolor que estuvo a punto de eliminarlos y hacer historia.

Todos recordaremos... a una Furia Roja que no era precisamente de la península ibérica, pero que con un increíble fervor de victoria conseguirían golpear a España y darle a la Canarinha uno de los tantos sustos que recibió durante su estancia en el torneo y que de la mano de su portero Claudio Bravo haría sentir a sus rivales frente a una impenetrable cordillera andina.

Todos recordaremos... como un grupo de cafetaleros le permitiría a su país colocarse entre los mejores y darse el lujo de poner en aprietos a los más grandes, gracias al apoyo de su afición que sin duda ponía el ambiente festivo y el baile colombiano en cada encuentro que su cuadro nacional disputaba. Y como olvidar al gran James que ni siquiera se inmuto cuando tuvo que tirar desde los once pasos portando en su manga a un saltamontes que trepó sobre él.

Todos recordaremos... como un grupo de griegos desorganizados, pero con mucha fe darían la sorpresa en los últimos minutos y sorprenderían a Zeus y al resto de los dioses del Olimpo al contemplar a un simple mortal llamado Georgios Samaras arrebatarle a Drogba y su tropa marfileña, lo que era el boleto de entrada a la siguiente estancia.

Todos recordaremos... como un equipo que no prometía mucho en su región, dio la sorpresa al vencer a un conjunto charrúa que no parecía ser el mismo que logró el cuarto lugar en el torneo pasado, dando origen a la leyenda de Keylor Navas que voló como nadie más lo hizo para evitar que el balón entrara en su portería y que haría historia al llevar a los “ticos” a sus primeros cuartos de final en toda su historia, cosa que para ellos era casi como ganar el propio Mundial.

Todos recordaremos... como un jugador se volvería en tan poco tiempo héroe y villano al mismo tiempo, dándose el privilegio de asestar dos sublimes golpes a una Inglaterra que sigue sin ofrecer mucho y de paso “morder” a una Italia dejando en manos de la suerte y el destino su futuro en el Mundial.

Todos recordaremos... como una selección renovada y que había enterrado por completo los errores y los graves problemas que tuvo en Sudáfrica, se transformaría en una máquina goleadora; permitiendo ser comandada por Monsieur Benzema colocándose una vez más en lo alto de la constelación futbolera.

Todos recordaremos... como un grupo de jugadores acostumbrados a jugar en temperaturas frías, veía atormentado a Lichtsteiner, uno de los suyos y a quien se le había encomendado perseguir por los laterales donde pegaba más el sol, a cuanto jugador quisiera penetrar la meticulosa maquinaria de los suizos.

Todos recordaremos... como una Pulga decidiría portar la casaca de capitán, obligándolo a demostrar el porqué viste con la playera del mítico y legendario “10”, llevando a sus jugadores por el camino del triunfo, un camino lleno de contratiempos y que lo mermarían al final del torneo, designándolo erróneamente como la figura del Mundial.

Todos recordaremos... a una bandada de “águilas verdes” que buscaban ante todo levantar el vuelo que les permitiese de una vez por todas superar la fase de grupos, cosa que no conseguían desde 1998 y ante lo cual concederían la batuta a un Vincent Enyeama que parecía como si de verdad fuera un águila, al volar y atajar los disparos más potentes que se dirigían a su arco.

Todos recordaremos... como un grupo de soldados, bajo las ordenes de su General “Jogi” Löw y manteniendo desde hace ocho años una misma estrategia, una misma mentalidad y una misma fuerza física batirían en combate a lusos, africanos y de paso hundir y humillar a todo el país amazónico, forzándolos a ondear sus respectivas banderas blancas y firmar su rendición para así abandonar toda esperanza en la contienda mundialista.

Todos recordaremos... como un antiguo miembro del ejército antes mencionado, de nombre Jürgen Klinsmann se apoderaría de territorio estadounidense para aspirar a un puesto de batalla mejor que el conseguido en años anteriores; pero que se vería frenado ante el potencial europeo.

Todos recordaremos... dos equipos saldrían victoriosos de su respectivo grupo. El primero de ellos, un grupo de “Diablos Rojos” entre los que figuran Courtois, Kompany, Lukaku y Hazard recorrían el terreno de los vivos buscando remembrar lo obtenido en 1986 cuando lograron colocarse en el cuarto sitio de aquel torneo.  Mientras que el segundo conjunto, apodados “Los Zorros del Desierto”, serían un dolor de cabeza para una Alemania dispuesta a avanzar a la siguiente fase, luchando con todas sus fuerzas y dando a África chispas de esperanza de que se pueden hacer las cosas bien.

Velocidad, acción, jugadas increíbles, goles asombrosos, felicidad de unos y tristeza de otros, tintes dramáticos... todo eso nos dejó el Mundial de Brasil 2014. Quizá me faltaron muchas cosas más, pero en un breve espacio quise dibujar los momentos que recordaremos durante los próximos cuatro años.

Terminó la fiesta futbolística y todo vuelve a la normalidad. Sin embargo, lo anterior nos permitirá; como dije al principio, conocer la causa y el efecto cuando llegué la siguiente cita mundialista.

Desde el primer toque al balón y hasta la última lámpara que se apagó en el Maracaná, desde el grito de aliento en los campos de batalla donde auténticos y modernos gladiadores disputaron encuentros apasionantes durante noventa minutos, cuyo eco solamente tendrá como testigo a un Cristo Redentor que hoy se pinta de rojo para darle el justo reconocimiento a la Selección Alemana que se ha coronado por cuarta vez campeona del Mundo y que extiende sus brazos como para decirnos: “Se acabó, eso es todo...gracias”. 


julio 13, 2014

Desculpe Pelé! Desculpe Brasil!



2007. El Comité Ejecutivo de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) designó a Brasil, como sede para albergar el Mundial de fútbol de 2014. Tras haberse retirado Colombia del concurso, se había quedado como único aspirante, por lo que la decisión fue tomada enseguida y en consecuencia el país sudamericano tendría el honor y privilegio de organizar la que sería su segunda cita mundialista. 

Oportunidad única para vengar y enterrar de una vez por todas a los demonios de 1950, donde la verdeamarela perdió la final ante Uruguay, dando origen así al legendario “Maracanazo”. 

Su designación se realizó en presencia del mandatario Luiz Inacio Lula da Silva, que junto a una importante delegación en la que se incluía a Orlando Silva, ministro del Deporte y a Ricardo Texeira, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, así como al seleccionador carioca Dunga y al mítico jugador Romario, quienes fueron artífices para conseguir el “sí” por parte del máximo órgano del fútbol mundial. 

Sin embargo, alguien faltaba dentro de esa representación, alguien que podría ser la bendición del triunfo o bien, la maldición del fracaso.

1,281 goles marcados en 1,363 partidos, récord mundial de todos los tiempos; la “Perla negra”, el regateador incansable, el pasador genial, el goleador increíble, el hombre que hizo soñar a muchos y que lo seguirá haciendo durante generaciones… Edson Arantes Do Nascimento, mejor conocido como “Pelé” es un nombre que resuena siempre, en todos los rincones y en el mundo donde la pelotita tiene que entrar por debajo de los tres palos. 

"Podía disparar con la izquierda, con la derecha, y tenía tal visión de juego que en cuanto se hacía con el balón ya sabía lo que iba a hacer con él. Era extraordinario"; comenta Paolo Amaral, director técnico de Brasil en la Copa Mundial de la FIFA 1958. 

Con todo lo anterior, “el Dios del fútbol” no estaba dentro de la encomienda para obtener la Sede del evento más grande del balompié mundial. 
 
Han pasado siete años. La fría reflexión se abre paso al acontecimiento deportivo, pues un grupo se opone a la realización de este evento, y es que el país está sumido en una profunda crisis social que ha llevado a cientos de miles de trabajadores brasileños a convocar manifestaciones, paros, protestas y huelgas que han tenido que ser sofocadas por agentes de la policía, usando como medios de dispersión gases lacrimógenos y balas de goma; protagonizando escenas que han dado la vuelta al mundo y que han dejado gravemente dañada la imagen del país organizador.

No obstante, también una ola de emociones incita a una importante aglomeración de países, deportistas y directivos, de periodistas y de aficionados, de conocedores del fútbol e incluso de los que no tienen el gusto por el mismo, para así dar comienzo a la fiesta que se aproxima.
Es jueves 12 de junio del año 2014, las miradas se han volcado sobre América del Sur para ser testigos del evento que podría marcar el rumbo de unos pocos y el desatino de muchos otros. 

La verdeamarela se presenta como el candidato ideal para obtener su sexto título dentro del certamen mundialista. Otras selecciones como España (la actual campeona), Alemania, Holanda, Francia, Uruguay y Argentina también se logran colar dentro de los pronósticos para suponer quién levantaría el preciado trofeo.

El pueblo brasileño fantasea una sola cosa: ganar el Mundial de fútbol; su mundial, con el único objetivo de consumar la victoria y lograr así arrancar de su memoria el trágico escenario de aquel 1950 donde Uruguay le arrebató el triunfo en su país, en su casa y en su estadio; sería la perfecta reivindicación.  

Sin embargo, tras su anhelado comienzo; los brasileños a pesar de haber conseguido su pase a los octavos de final, resultado derivado de dos victorias y un empate en su respectivo grupo, parecen estar sedados por el hambre y la sed que la gloria proporcionan, pues no advierten la tormenta que se avecina sobre ellos.

Chile y más adelante Colombia, fueron los responsables de anestesiar a los jugadores del conjunto amarillo, que a duras penas consiguieron el boleto a semifinal, pero que los dejó diezmados al ser suspendido el capitán Thiago Silva debido a una acumulación de tarjetas y tras lesionarse su gran figura Neymar, quién hasta ahora los había conducido por la senda de la victoria.

Desesperados, ansiosos, vehementes; sin reconocer los errores y defectos que su selección había estado mostrando desde su primer enfrentamiento, los cariocas y el resto de la muchedumbre vivían en la somnolencia, ávidos por llegar a la última instancia, delirando por agenciarse la gloria de una vez por todas, el pueblo amazónico parecía no dilucidar ni discernir lo real de lo intangible, lo racional de lo lógico... la misma gloria los había dirigido a una perdición en su afán de palpar el oro macizo, sin saber que ellos no serían los conquistadores sino por el contrario... los conquistados.  

Un auténtico muro de Berlín fue construido ante ellos y continuando la trama de la analogía, la selección de Alemania se estructuró tal como si fuera una División Panzer, concentrándose en una sola fuerza, golpeando y protegiéndose con una casamata que impedía el avance carioca, asestando siete (sí, algo que nadie se imaginaba) estacazos no sólo en los jugadores brasileños, sino en su afición, en su pueblo y en el alma de todo un país.

El fantasma del Maracaná volvió más vivo que nunca y arrebató la alegría, disipó la felicidad y demolió las esperanzas de millones de personas que después del pitazo del árbitro, despertó al país sudamericano de una quimera en la que muchos habían caído y de la que pocos lograrán zafarse.

Sólo el triunfo cuenta y no hay más. La más deseada, la más codiciada, la copa que le quitaba el sueño a todo el mundo no será de Brasil.

Sin nada que decir, sin objetar una cosa, Brasil se presentó con la cabeza en alto en el Estadio Nacional de Brasilia para disputar el tercer lugar frente a unos holandeses que para nada estaban desconsolados por volver a quedarse cerquita de conseguir su primer galardón mundial.

Ante una bestia herida y desahuciada; Van Persie, Blind y Wijnaldum, se convertirían en los verdugos de Brasil, pues consiguieron salir del Mundial con la medalla de bronce, dando así el tiro de gracia que fulminó y asesinó la ilusión y el sueño dorado de todo un país.

Lo obvio es oír la historia contada a través de los labios de sus protagonistas: “No podemos negar que el final fue vergonzoso”; “Estamos medio perdidos”; “No merecíamos esta suerte”; “Nadie esperaba esto.”

Nada de emoción, sólo una ausencia de goles. Brasil tiene la obligación ahora de ingresar en una catarsis social, cultural, política y ante todo, futbolera.

La vida para muchos seguirá su curso. Las reflexiones girando en torno al fútbol serán las luces que nos permitan contestar las preguntas de nuestro ser como aficionados de un deporte exquisito, justo en ocasiones y devastador en otras, pero que de alguna forma nos permite explotar y expulsar la monotonía de nuestras vidas y que por lo menos en un mes cada cuatro años, hace que el mundo sea uno solo.

Porque el fútbol como la vida, sólo acepta al vencedor. 


junio 29, 2014

Fantasmas en casa

“Nosotros en cambio, luchamos con entidades imaginarias, vestigios del pasado o fantasmas engendrados por nosotros mismos. Esos fantasmas y vestigios son reales, al menos para nosotros. Su realidad es de un orden sutil y atroz, porque es una realidad fantasmagórica. Son intocables e invencibles, ya que no están fuera de nosotros, sino en nosotros mismos. En la lucha que sostiene contra ellos nuestra voluntad de ser, cuentan con un aliado secreto y poderoso: nuestro miedo a ser.”

– Octavio Paz
 
Parece la mañana de un domingo cualquiera. La gente despierta de un profundo sueño y comienza sus actividades cotidianas. Las señoras toman las bolsas del mandado y se dirigen al centro del pueblo para comprar lo necesario para el almuerzo, mientras los comerciantes ya han armado las estructuras de sus negocios para recibir a la clientela. 

A simple vista todo luce normal, sin embargo; el ambiente poco a poco empieza a moldearse debido al fenómeno que se avecina. 

En unas horas, el país entero se paralizará y no es por una manifestación, tampoco se debe a un desastre natural o a una jornada electoral para elegir presidente u otro cargo de elección popular; se debe a otra circunstancia. Quisieras fingir que no sabes, pero resulta imposible hacerlo, porque lo llevas impregnado a ti, y aunque lograses ignorar lo que sucede alrededor, enseguida te darías cuenta que esa mañana no es una mañana típica o común en el lugar donde habitas, pues la gente, desde los más jóvenes hasta las personas adultas portan un atuendo diferente; una vestimenta que al igual que en tiempos antiguos, estableciese el punto medio entre aztecas y conquistadores. 

De repente te ves inmerso dentro de una plática dominical ya sea con tu vecino que ha salido a barrer su espacio dentro de la calle en la que cohabitan, ya sea con tus amigos que anoche se fueron de fiesta y ahora degustan unas ricas carnitas acompañadas de una cerveza o un picoso consomé con el fin de engañar y adormecer a la cruda mientras inicia la otra fiesta, ya sea con tus familiares que quisieran ocultar el nerviosísimo y la ansiedad que provoca el mundillo futbolero en el que te encuentras. 

Es domingo, hay fútbol y juega tu selección. La multitud y su clamor son las señales que advierten la cercanía de un evento que atrae a ricos y pobres, a conocedores y a indoctos del deporte, a hombres y mujeres, a niños y niñas. Después de almorzar y rellenar un poco el vacío que han provocado los nervios en ti, enciendes el televisor y reunido con tu familia das inicio a un ritual que llega cada cuatro años y que despierta enormes sensaciones en tu persona y más aún en tu alrededor. Haces algunos comentarios previos al encuentro, revisas la formación de ambos equipos y tal como si fueras Herrera o Van Gaal, te atreves a formular tu propia alineación, la que crees que ayudaría a ganar a tu equipo; sin embargo terminas aceptando el once inicial y te dispones al momento que se viene.

No hay plazo que no se cumpla. El momento ha llegado y no puedes hacer más que disfrutarlo. 

Te pones de nuevo la casaca de entrenador y pegas incontables gritos, como si el jugador que lleva la pelota pudiese oírte a miles de kilómetros de distancia. Regañas, gritas, aplaudes, apruebas o repruebas las jugadas, te hablas de tú con los jugadores, criticas el actuar del colegiado, le chiflas, te levantas ante una jugada que promete, pero gesticulas que no haya terminado como deseabas, ríes del nerviosísimo, se siente la tensión pero terminas por liberarla con un tremendo suspirar; vuelves a tomar aire y continuas con el ritual futbolero. 

En un lapso de tiempo que parece durar un segundo, te das cuenta que la cosa funciona y que si continuas tu equipo puede dar más, reflexionas y adviertes en ti que ya no eres una persona más dentro del aparato social, sino que ahora has tomado un papel importante dentro del guión, que sin importar si te tachan de loco o de raro, tú debes continuar con ese actuar, pues tu equipo necesita de ti, requiere de tu aliento y de tu grito.

Llega el silbatazo que indica el medio tiempo. Exhalas y tomas aire. Charlas sobre la primera mitad del encuentro, platicas con las personas que se encuentran junto a ti y analizas las posibles soluciones y estrategias que tu equipo debe adoptar para cuando dé inicio el segundo tiempo. 

Termina el tiempo de descanso y al igual que los jugadores, regresas a tu posición para continuar alentando a tu patriecita querida. De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, un jugador con la vestimenta azteca se cuela entre uno, luego entre dos y al final entre tres holandeses que intentan derribarlo a toda costa y de pronto... como si se hubiese detenido el tiempo, como si ese moderno gladiador fuera el único ser capaz de moverse mientras tú y el resto del planeta fueran paralizados ante tal momento, termina proyectando un trallazo imparable que el cancerbero naranja intenta detener y no lo consigue; se reinicia la imagen y te encuentras gritando de euforia, de emoción, de felicidad y no es un sentimiento en vano, pues selección está haciendo algo histórico, está venciendo a una superpotencia del fútbol, está exprimiendo el jugo de naranja que durante años nos han vendido a un precio muy caro…tu selección, tus jugadores, tu país, tu gente y tú están ganando. 

Se sentía un ambiente que por primera vez en casi tres décadas no se lograba conseguir, por primera vez en su historia y en la de muchos más la cosa pintaba para dejar huella y poder celebrar un clamoroso triunfo, seguido de un desbordante frenesí que conduciría a una locura colectiva capaz de provocar en nuestro ser un crecimiento tal que pudiéramos decir: “pónganos a cualquiera, que también lo superaremos”

Sin embargo, en medio de toda esa alegría, de esa suntuosidad, de ese júbilo, comenzaron a surgir sombras tanto en la afición como en los jugadores; extrañas apariciones que murmuran y que ríen a diestra nuestra, que se aferran a uno mismo y que nos impiden avanzar. 

Los científicos dicen que el origen del ego (eso que llamamos "yo") es la historia que hemos creado inconscientemente para justificar nuestro modo de ser, y por ello estamos tan apegados a lo que llamamos nuestro pasado. Tan cierto como dice Octavio Paz en su obra “Laberinto de la Soledad”, el ser humano (y más en especifico, el mexicano) tiende a almacenar dentro de sí a fantasmas, los cuales son vestigios de realidades pasadas y que a pesar de ser espantosas en la mayoría de los casos, amamos secretamente nuestro pasado y somos muy reacios a dejarlo atrás, ya que es lo que sostiene nuestro ego. Es decir, estamos atados a un pasado que, la mayoría de las veces, es sólo una invención para justificar nuestro temor al cambio.

Nuestros fantasmas de este domingo nos tomaron por sorpresa. Irrumpieron en nuestros corazones cuando “creíamos” haber conseguido todo. Quizá el error más marcado del mexicano dentro de un deporte como es el fútbol tiene que ver con el exceso de confianza, con la soberbia y con la desatención y la falta de conservación de ese ímpetu que nos anima a lograr lo inalcanzable. 

Esos fantasmas tomaron el cuerpo de nuestros jugadores y quizá de nuestra afición entera. A falta de unos minutos para acceder a la siguiente fase, las malas decisiones y la inseguridad debido quizá a una incredulidad ante el buen fútbol desplegado, terminaron por sucumbir nuestros sueños, nuestras pasiones y dieron paso a que dos monstruos neerlandeses dieran a la historia un giro de 360 grados y pusieran todo en nuestra contra en un lapso de tan sólo seis minutos. 
 
Seis minutos bastaron para doblegar a un México incapaz de detener las embestidas del rival, a un México falto de contundencia en el segundo tiempo, carente de seguridad y engrandecido tras una anotación temprana. Al final, cuando nos sentíamos en las nubes, por medio de un cañonazo de Sneijder y un penal propiciado por la desconcentración de la saga tricolor causaron que el sueño mundialista y el quinto partido fueran eso…un sueño y no una realidad. 

¿Qué nos pasó? ¿Por qué sucedió tal cosa? Esas y otras más serán las dudas inexorables que tendremos que cargar durante un buen rato y por qué no, durante varios años. 

Los demonios de nuestro pasado terminaron por hundirnos una vez más. Y es que, son estos momentos en los que finalmente debemos encaramos con nuestro pasado real para descubrir elementos sorprendentes que nos ayuden a eliminar ese temor de seguir; puesto que de lo contrario y tal como nos pasó hoy…nosotros no fuimos la víctima sino el verdugo.

Debemos eliminarnlos de tajo, porque ellos mismos han sido durante años y décadas los factores que han decidido y que han condicionado nuestro presente y nuestra forma de pensar, de ser y de actuar. Retomando lo que decía el Nobel de nuestro país “– porque todo lo que es el mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto: el mexicano no quiere o no se atreve…a ser él mismo –“. 

Es un complejo de circunstancias que han hecho que nuestra memoria ordinaria no nos proporcione una información realista de lo que es nuestra vida; la persistencia de ciertas actitudes como las hoy reflejadas en el terreno de juego y que también abarcan otros aspectos y ámbitos de nuestras vidas, han terminado por conducirnos a un sufrimiento en carne viva de lo que es nuestro presente, escondiendo nuestra verdadera naturaleza y fundiéndonos en una materia y una historia típica que nos amarra a un pasado tal, que en la mayoría de los casos, tiende a ser una ficción propia que hemos inventado para justificar nuestro temor al cambio o bien nuestra falta de iniciativa para provocarlo. 

Esa es la historia que desafortunadamente nos hemos construido. Todo es cuestión de tiempo y más que eso, de lograr un cambio en el pensamiento y en el actuar…pues sólo eso impedirá que nosotros seamos el problema de nosotros mismos, que terminemos con la imagen de verdugos de nuestro destino y consigamos el papel protagónico que nos demanda nuestra patria. 
 

Ya es de tarde, el cielo no ha dudado en descargar la lluvia sobre la ciudad. Pareciese como si la tierra, nuestra tierra; hubiera sentido el golpe anímico de la derrota. Miras al cielo, a la derecha  y a la izquierda, tratando de encontrar una respuesta que te ayude a comprender lo que acaba de suceder, pero inútilmente lo logras.  
 
Nuestro viaje termina acá. No sabemos cuándo ni cómo volveremos, tampoco sabemos si estaremos presentes o no para el siguiente torneo; pero lo que si queda claro es que volvemos con una mínima esperanza, una pequeña flama que nos ordena y nos impulsa a trabajar en equipo y con disciplina, que nos tiene que enseñar a manejar y controlar las emociones y la confianza, a sentirnos seguros y a no entregarnos a nuestro pasado…sino que por el contrario, vivir nuestro presente sin dejar de tener miras y objetivos bien puestos a lograr nuestro futuro. Eso es lo que nos queda por hacer. No hay más. Digerir la derrota y seguir adelante, porque el mexicano también se distingue por eso y por mucho más.

Y para terminar, reitero las palabras de Paz: “– la historia podrá esclarecer el origen de muchos de nuestros fantasmas, pero no los disipará. Sólo nosotros podemos enfrentarnos a ellos…nosotros somos los únicos que podemos contestar las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser –.”