agosto 29, 2012

Hasta el Final

"Y así en el grueso del común aficionado, digamos el llamado villamelón, el que sólo va al fútbol solo cuando el equipo va bien, no cala (siente) la derrota, sin embargo en la hinchada (como en mi caso); sí...y duele tanto que, si tu equipo pierde es como si te traicionara una dama". 

Es difícil escribir esta nota. Se complica más por el hecho de que en días pasados tenía el deseo de hacerlo, pero con un tono e imagen distinta, sin embargo como se que en el arte de la escritura se debe de aprender a plasmar no sólo lo bueno sino también lo malo, y hoy tengo que hacerlo, pero repito es difícil. 

Como describir lo que hoy pasó. Para entender un poco el problema del que habló, sepan ustedes que mis pasiones principales en esta vida son: el derecho y el fútbol. Y hoy la segunda pasión me dio un giro de 360º a todo mi entorno. 

Tenía esperanza de que sucediera otra cosa. Quizá en algún momento me llegó a ganar la confianza y hable de más. El fútbol con todo y su espectáculo es un deporte sensacional, cargado de emociones y sentimientos; pero también esta plagado de fracasos y derrotas, de sueños frustrados y de contrastes, pero aún así sigue teniendo el carácter de ser el deporte más hermoso del mundo. 

Hoy mi equipo me falló. Me falló pero en serio. Nunca en los años que llevó apoyandolo había visto lo que hoy presenciaron millones de espectadores alrededor del mundo. Un Barcelona que al principio comenzó con la búsqueda de esa ilusión, de ese primer título en la era de su nuevo entrenador. Pero que esa búsqueda sólo duró un par de minutos. 

Su acérrimo rival, el Real Madrid mostró un juego y un fútbol superior sobre aquel del propio equipo catalán que había mostrado hacía un par de días. Desde el inicio se vio de manera clara esa superioridad al grado de que en 20 minutos el equipo blanco ya estaba dos goles arriba en el marcador. Sumalé a eso la expulsión de uno de tus defensas, para dejar a tu equipo con inferioridad numérica y abajo en el marcador. Una pesadilla ¿no?

Para luego volver a concebir una pequeña luz de esperanza, que Messi mostraría al anotar un golazo a balón parado en el último minuto del primer tiempo. 

Se fueron al descanso los dos equipos. Tras los 15 minutos reglamentarios, inició el segundo tiempo del encuentro, pero se notaba algo raro en el ambiente. El equipo azulgrana no salió con esta motivación y por su parte el Real Madrid bajó sus armas un rato y dejó que el balón corriera. 

Los minutos se fueron consumando y el equipo dirigido por Tito Vilanova no encontraba la solución que le diera el título. Bastaba solo un gol, una proeza, un milagro, algo épico, pues el empate les convenía. Pero, como es de saberse; si no pudiste hacer lo necesario en 90 minutos, que te asegura que en 3 podrías conseguirlo. Creo que nada. Quizá en un pasado cercano esa idea hubiera sido aceptable, pero hoy en día la competencia ha crecido de tal forma que a tu equipo se le pone al tu por tu cualquier otro.

Fin del partido. Los blancos consiguen su título de Súpercopa española en su estadio, con su afición y venciendo a su antagónico. 

¿Coraje? ¿Siento coraje alguno? Sí. No podía concebir la idea de la derrota, pero más aún no podía asimilar el hecho de que un hombre en 4 años consiguiera 14 títulos de 16 posibles, para que ese esfuerzo que no es nada sencillo, hoy se viera aplastado por la frustración en el juego, por el exceso de confianza y por la desesperación.

No quiero ni deseo que esto se repita. Y por eso creo que debo de seguir apoyando a mi equipo. En las buenas y en las malas. Quizá no tenga sentido lo que digo después de lo que he escrito, pero como sea hoy jugaron, no tan bien como se esperaba pero no tan mal como para dejar hundida a una afición que los ha apoyado por mucho tiempo, y que ha creído en ellos de igual forma. Y como lo describía al principio, quizá para los aficionados de medio tiempo, los que sólo animan y están con su equipo en las buenas, no les duela tanto como aquellos que estamos de pie cuando ganan pero más firmes cuando pierden. 

Por lo pronto, reconozco la derrota y la forma de juego muy superior a la mostrada por el Barcelona. Es merecida la victoria para el equipo y afición merengues.

El dolor es parte del fútbol. El sufrimiento es una dosis que necesitamos a veces para lograr la verdadera felicidad. Si hemos caído, tenemos que levantarnos nuevamente, replantear objetivos, mirar hacia adelante, dejar el pasado donde debe de estar y creer en el futuro, uno mejor y del que podamos ser partícipes, pero todo requiere de esfuerzo y de templanza, de valentía y de confianza, de soñar y luchar por ello. Reitero entonces; que una derrota, aunque nos duela a morir, la tenemos que asimilar, pues eso no nos permite claudicar.

Hoy, mañana y siempre, en las buenas y en las malas; con mi equipo hasta el final. ¡FC Barcelona, A POR ELLOS!

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