"La leyenda de El Dorado es un lugar mítico
que se suponía que tenía grandes reservas de oro y que fue buscado por los
exploradores españoles e ingleses con gran empeño, atraídos por la idea de un
lugar con calles pavimentadas de oro, en donde el preciado metal era algo tan
común que se le daba poca importancia. Muchos de ellos murieron en el intento
por descubrir la ciudad, ya que las largas expediciones transcurrían por la
selva y a la dureza del terreno había que unir la falta de
provisiones".
Nuestro país sufre. Nuestro país llora. Nuestro
país tiene miedo. Nuestro país no encuentra un foco de esperanza. Y sin embargo
hoy, hoy es feliz y sonríe. Mira hacia adelante y alcanza a ver, aunque sea por
unos instantes que con esfuerzo, dedicación y valentía puede avasallar a sus
más grandes temores.
Pero, algunos ajenos se preguntarán ¿cómo hace un
país tan afectado (socio-cultural, política y económicamente) para sentirse
feliz y mostrar a otros una sonrisa de oreja a oreja?
Bueno pues hoy nuestro país tuvo una cita con el
destino. Una en la que algunos pensaron, tendría que posponerse como ya había
sucedido con otras anteriores. Aunque la mayoría tenía otra visión. Fue algo
diferente a lo sucedido en ocasiones anteriores. Esta vez el país tenía presente
en la mente y en el corazón que esa ilusión que han soñado por fin
llegaría.
Pero como en la vida nada es gratis (o pocas
cosas lo son) para conseguir ese objetivo tenían que enfrentarse; como lo dije
al principio a sus peores temores.
La fecha es 11 de agosto de 2012 (16vo día de
festejos olímpicos en Londres y por cierto cumpleaños de este escritor), el
lugar era el famosísimo Wembley Stadium, catedral del fútbol mundial. El rival
a vencer: Brasil.
Sin embargo los brasileños no sabían que se enfrentarían
a un conjunto renovado, a una nueva generación conformada en su mayoría por
jóvenes y todos intuidos por esa hambre de triunfo y un pleno deseo, no de
hacer historia porque ya la hemos hecho, sino un deseo de trascender en ella y
dejar marcado el césped mundial del fútbol con una victoria, no cualquiera pues
se disputaba la medalla de Oro.
Y así fue, apenas llegado los primero 30 segundos
del inicio del partido, un hombre llamado Oribe Peralta marcó el primer tanto
del partido, ese que encaminaría a las mentes de nosotros los mexicanos hacia
la cima.
Luego entonces el juego enseguida fue abierto,
pues aunque México tenía el marcador a su favor desde muy temprano, nunca se
echó para atrás, haciendo que el partido fuera limpio y de ida y vuelta,
haciendo que los dos arqueros estuvieran exigidos en todo momento. Brasil por
su parte no podía concentrarse y devolver su juego a la realidad, parecía en
los primeros 20 minutos que el tanto de México había dejado en shock a la
verdeamarelha.
Después Brasil creció, un poco con el
consentimiento de México, quien por momentos replegó sus líneas y cedió el
dominio de balón. El técnico brasileño optó por un cambio y entró Hulk, al
minuto 32. El cambio le resultó a Mano Menezes, pues apenas pasados cinco minutos
después de su ingreso Hulk tomó el balón, llegó a pasar a tres cuartos de
terreno y sacó un disparo que Corona tuvo que atajar con problemas.
Otro jugador figura de Brasil, Neymar tuvo ya en
el 2do tiempo la más clara para empatar el partido, pero el disparó fue hacia
la tribuna. Menezes ya no se guardó nada y ordenó el ingreso de otra estrella
como Pato para así buscar el gol de la igualada, pero México ahora era quien
equilibraba la balanza y en un tiro de esquina, el Tri estuvo cerca del gol, cuando
Enríquez prolongó un balón que remató Fabián y apenas se fue a un lado.
Ya en el minuto 75 México dio el golpe mortal a
Brasil, con un tiro libre que cobró Marco Fabián directo al movimiento de
Peralta, quien sin marca, remató de cabeza y marcó el gol el segundo gol del
equipo mexicano. Pero Brasil con todo y su historia, no se iba a dejar morir
tan fácil y al minuto 90 el propio Hulk marcó el gol del descuento, poniendo a
todos los mexicanos a sufrir.
Pero, hasta ahí llegó. La vida del gigante amarillo,
el temor de los mexicanos en este duelo ya no dio para más y así con todo ese espectáculo
México fue digno vencedor y campeón olímpico, deteniendo así por 90 minutos el
pulso de una nación entera. Este logro le ha dado vida a nuestro país, ahora hay
que aprovecharlo.
Es así que, como lo plantea la leyenda de El
Dorado; la Selección Mexicana pasó por un largo proceso de renovación. Mejoro
sus cualidades gracias a un fuerte entrenamiento. A sabiendas de que ingleses,
franceses, rusos, argentinos e incluso nigerianos habían logrado hallar ese
lugar y tallar en él sus nombres, nosotros habíamos sido seducidos por la
propia leyenda y lo único que queríamos era alcanzar dicho premio, sin importar
los rivales que se colocaran frente a nosotros, pues sabíamos también que algo
nuevo e increíble podía suceder con esta nueva Selección.
Y finalmente tras un duro y largo caminar
conseguimos obtener el preciado metal.
Volviendo al principio de esta crónica, decía que
nuestro país vive en una situación difícil. El pueblo llora y lamenta las pérdidas
humanas que a diario suceden, pues la violencia está más desatada que nunca. El
hambre y la pobreza azotan a toda la región, hay constantes divisiones y
pleitos. En resumen un país que esta al revés y que no consigue hallar un punto
de sincronía.
Entonces contestando a la pregunta del inicio,
¿cómo hace un país tan afectado (socio-cultural, política y económicamente)
para sentirse feliz y mostrar a otros una sonrisa de oreja a oreja? La
respuesta esta líneas arriba. La Selección Mexicana no sólo es un grupo de 11
jugadores, al contrario es un grupo que carga en su corazón y en su espalda a
una nación entera, una nación afligida que quiere olvidarse por un rato de
todos esos problemas que la aquejan y que logra unir a todos en un mismo
sentimiento.
Sonará repetitivo pero, cuando escribí mi
comentario para la revista GQ México mencione que ese es el efecto que produce
el fútbol en nuestras vidas. El dolor y los problemas nos aquejan
constantemente. Quizá no nos haya tocado todavía, pero estamos inmersos en la
misma sociedad en la que viven las víctimas de la violencia y de los problemas
antes mencionados, por lo que no podemos ser ajenos a esos sentimientos. Sin
embargo es como en el balompié; comenzamos flojos y tristes pateando el balón,
sin esperanza alguna, pero más adelante miramos hacia el horizonte y alcanzamos
a ver una pequeña luz, un destello que aunque parece insignificante hace que
olvidemos todos esos temores y sufrimientos, no eliminando la cruda realidad,
sino evitándola o haciéndola a un lado por unos instantes; y es en ese pequeño
lapso en que sentimos y soñamos que algún día vendrán cosas mejores y que será
posible alcanzarlas, y que por momentos podremos ser como alguno de los 11 que
hoy hicieron que nuestra bandera se colocara por encima de otras, dejando en la
tabla de los ganadores nuestro nombre grabado: ¡México!
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