octubre 16, 2013

México, ¡despierta ya!



¿Soberbia, falta de humildad, exceso de confianza, sentimientos de superioridad? ¿Qué es lo que ha llevado a nuestra Selección Mexicana de Fútbol al escenario que hoy enfrenta? Francamente estas preguntas ya las había formulado en crónicas atrás; sin embargo, creí que con el transcurso del tiempo las cosas iban a mejorar aunque sea un poco. Desafortunadamente no fue así. La Selección Mexicana se resignó a jugar mal y a ganar como sea. Pero incluso así la victoria solo fue una y aunque se dio gracias a un espectacular gol de “chilena” por parte de Raúl Alonso Jiménez, el desempeño se vio igual o peor, debido a que ni en casa podemos mostrar un verdadero espectáculo para los miles de aficionados que se dieron cita para apoyar al Tricolor.

Pero sigue latente la misma pregunta que nos aqueja cuál dolor de muela: ¿por qué? La respuesta implica hacer un análisis a los diversos factores físicos, psicológicos y emocionales que llevaron al Tri al lugar en donde hoy se encuentra. Hago mención al equipo, porque tenemos que recordar que aquí no tiene la culpa un jugador sino todo el conjunto, asimismo cae en responsabilidad la directiva técnica de la Selección, la Federación Mexicana de Fútbol y por último, la propia afición.

La gravedad en cuanto a quién es más culpable; esa la dejó a la historia que se encargará de juzgar a los culpables de uno de los problemas más grandes en que se ha metido el fútbol nacional.

Sin embargo, ahora haré un análisis diferente al de otras lecturas. Para ello quiero citar un comentario que escuché en televisión, en un programa de deportes (especializado, y no como aquellos que se encargan de alabar e inflar a jugadores de manera negativa) en el que uno de los panelistas mencionó lo siguiente:

“El fútbol es el reflejo exacto de la situación que se vive en tu país”.

Marchas constantes en las que el concepto de derecho se ha visto transgredido por la falta de coordinación y organización por parte de los grupos en desacuerdo a leyes que han sido creadas para establecer un cambio en el sistema educativo mexicano; un aumento desmedido en los impuestos que ahoga y asfixia a los que menos tienen y enriquece a los que tienen más; una reforma energética que ha causado dudas sobre su forma de operar y administrar el recurso más valioso que tenemos; una desigualdad arraigada en nuestras vidas y que ha ocasionado un individualismo cada vez mayor; parece terrible o incluso es semejante a un filme de terror, pero esa es la realidad actual de nuestro país.

Por todo lo anterior creo que si el país se ve lesionado en la mayoría de sus ámbitos de desarrollo, en consecuencia lo estará el deporte nacional. Lo negativo de estos factores es la gravedad de las circunstancias en las que estamos viviendo, las cuales influyen de manera directa o indirecta en  nuestras vidas. Eso marca el ritmo de cada aspecto que queremos desarrollar en nuestro país.

El impacto de ver a nuestra Selección depender de otros para clasificar (a repechaje, que es más vergonzoso), de ver cómo llegan con posibilidades de ir al Mundial de 2014 sin méritos o con pocos y contados esfuerzos, de ser testigos de que no se ve una furia o un poder de reacción que los saque del bache en el que se han metido; hace que los ciudadanos y la población en general no aspiren a ser autores de cambio en el estilo de juego sociopolítico de nuestro país, aceptando lo vigente que es, al final de todo lo que permite ingresar en la verdadera esencia del buen vivir, y así en entrar en la inaceptable complicidad de no ser partícipes para poder cambiar al mundo.

Esa es la razón a la cual debemos aspirar cada uno de nosotros. Eso engloba el fin de todo esfuerzo que hagamos dentro de nuestra sociedad.

El fútbol es el perfecto distractor de nuestra verdadera realidad. Muchos dicen que es el “pan y circo” que el Gobierno ofrece para alejar nuestra vista de los temas que importan y que son esenciales para el crecimiento. En mi opinión, difiero de esos comentarios. Creo que el fútbol te distrae de la realidad pero lo hace de una manera temporal y no total. Es tarea de cada uno buscar un equilibrio en todos los aspectos que rodean nuestras vidas. Podemos ser partícipes de tan hermoso y sublime espectáculo protagonizado por esos once jugadores sin perder de vista nuestros deberes y obligaciones como ciudadanos.

Además, cuando se juega con pasión y corazón, cuando se hace con entusiasmo y sin perder de vista que es un juego y que lo importante es divertirse (cosa que hoy en día se ha perdido, viéndose ahora como un medio de producción más), no importa el marcador que se obtenga, lo importante es saber que dimos lo que teníamos que dar e incluso un poco más, que no nos resignamos y que luchamos hasta el final; eso hará que el reflejo en la sociedad en la que vivimos mejore por lo menos un poquito.

Esto se encierra en una relación simbiótica, en la que por un lado está la afición (la verdadera, la que se queda hasta las últimas consecuencias, la de “hueso colorado”) y en el otro lado, su equipo; el cuál debe de mostrar el mejor esfuerzo puesto que debe de aprender que su desarrollo, su triunfo o su derrota se vive en relación a la fuerza del aplauso.

Es momento de que los actores de este espectáculo despierten de ese sueño criogénico en el que se han quedado estáticos. No con esto quiero decir que los próximos dos partidos de repechaje vayan a lograr un cambio enorme, pero si por lo menos que mejoré la imagen que han adoptado en los últimos meses. Deben de tomar verdadera consciencia de que no son ellos solamente los que sufren o festejan, detrás de ellos está el alma, la alegría o bien, el dolor de cada mexicano que ha confiado parte de sus sueños de ver a su Selección representarlos en la gran fiesta del fútbol.

Ayer villanos, ojalá mañana héroes. 


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